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Hablamos de trauma cuando en nuestra mente quedan atrapados los pensamientos y las emociones relacionadas con un acontecimiento que no somos capaces de procesar y asimilar.

Imaginemos que el trauma es similar a una indigestión emocional. No podemos procesar adecuadamente la información y las emociones que nos ha producido una determinada circunstancia. Esta indigestión provoca que las emociones causadas no se procesen, quedando atrapadas a modo de bucle en nuestro sistema límbico, una de las áreas del cerebro relacionada con las emociones.

Cada vez que una circunstancia vuelva a activar las emociones, se activan también los pensamientos sobre nosotros mismos o sobre el mundo que tuvimos en aquella situación y que ahora se encuentran atrapados en nuestro sistema límbico, volveremos a experimentar las mismas sensaciones que tuvimos en aquel momento pasado.

Esto puede provocar efectos drásticos: quizás justo en ese momento nos quedemos bloqueados, nos pongamos a llorar repentinamente, gritemos con rabia o nuestro humor cambie de manera radical… muy probablemente no entenderemos lo que nos pasa ni los demás comprenderán nuestra reacción (¿por qué se pone así? No es para tanto…)

Lo que ha ocurrido es que se ha estimulado la misma zona en la que se guardan las emociones relacionadas con aquel suceso del pasado. Es como si un dedo apretara en nuestra llaga. La persona se siente tocada en un punto débil aunque puede no saberlo ni ser consciente de qué es lo que ha provocado su reacción.

¿Cuánto duran los efectos del trauma? Si la persona no trabaja sobre las emociones, pensamientos y sensaciones que se produjeron en aquella situación, los efectos del trauma pueden ser de por vida. Incluso se podrían generalizar a otras situaciones parecidas e ir derivando hacia una vulnerabilidad psicológica de la persona hacia situaciones parecidas o que desencadenen el conjunto de respuestas (emocionales, cognitivas y fisiológicas) que se dieron en la situación original.

Por hacer una síntesis, podemos concluir que un trauma es el resultado de una vivencia emocional intensa para la persona, cuyos componentes cognitivos, emocionales y fisiológicos quedan anclados en un intento de procesamiento de esa información (indigestión), formándose una herida psicológica que quedará abierta y tendrá efectos duraderos si la persona no trabaja sobre ello.

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