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Aprendiendo sobre nuestro propio pensamiento: Metacognición

 

Aprendemos hábitos de todo tipo, no sólo de alimentación, de higiene o sociales, también aprendemos hábitos o patrones de pensamiento.

Partiendo de que los hábitos pueden ser saludables o no, nuestros patrones de pensamiento pueden ayudarnos o interferir en nuestro día a día.

La forma en la que interpretamos los hechos pasa por el filtro de nuestro pensamiento, que a su vez está influido por la experiencia y la configuración de creencias y esquemas mentales. Todos tenemos tendencias de pensamiento, unas pueden ser positivas y ayudarnos a afrontar los acontecimientos y otras pueden ser negativas, dificultando la solución de problemas.

De la misma forma que hablamos de conductas patógenas cuando nos referimos a los malos hábitos: fumar, comer excesivas grasas y azúcares, ausencia de ejercicio físico, etc., podemos hablar de patrones de pensamiento patógenos que dificultan un estado mental saludable.

En este sentido, las distorsiones cognitivas son producidas por errores en el procesamiento de la información, dando como resultado conclusiones irracionales. Estos errores de procesamiento suelen convertirse en un hábito, es decir, aprendemos a realizar repetidamente estas formas de interpretar la realidad y de gestionar el pensamiento, produciéndose una mayor frecuencia de aparición de estas distorsiones cognitivas.

Por ejemplo, una de las distorsiones más conocidas es la sobregeneralización: “siempre me salen las cosas mal, nunca acierto…”.  Consiste en la tendencia a generalizar o a aplicar al resto de las situaciones lo que ha ocurrido alguna vez. Veamos el sesgo de sobregeneralización en un ejemplo:

SUCESO PENSAMIENTO DISTORSIONADO O SESGADO
Mi pareja me ha dejado Ya nadie se interesará por mí, volverá a repetirse que me dejen
He suspendido el examen Nunca aprobaré el examen, volveré a suspenderlo

El lenguaje nos ayuda a darle más concreción y hacer más tajantes los sesgos o distorsiones del procesamiento de la información, utilizando palabras como: “nadie”, “nunca”, “siempre”, jamás”, “todos”, “ninguno”, etc.

Volvamos al principio de la argumentación: la tendencia a que nuestra forma de pensar se convierta en un hábito. Con frecuencia solemos decir: yo pienso así, qué le voy a hacer, soy así. En esta afirmación nos identificamos con nuestro pensamiento: soy como pienso. También damos por sentado que el “soy” no se puede cambiar. La resistencia al cambio es persistente y nos convence de que nuestro estilo de pensamiento es genuino, nos define y no podemos modificarlo.

Démosle la vuelta: del mismo modo que podemos convertir en hábito un estilo de pensamiento negativo, podemos convertir en hábito una forma de pensar más positiva y constructiva.

¿Cómo podemos hacerlo? Conduciendo nuestro pensamiento por el camino por el que queramos llevarle. No es fácil, pues la tendencia de nuestro pensamiento nos llevará por la misma ruta a la que está acostumbrado, debido a las redes neuronales que se han ido trazando de tanto haber pasado por ese camino. Se trata de ser constante y repetir conscientemente la interpretación en positivo, construir una nueva vía, hasta que se automatice el proceso al  formarse una nueva carretera neuronal y este trayecto se convierta en hábito.

Imaginemos una situación: una persona llega a la oficina y observa a un grupo de compañeros que hablan entre sí mientras se ríen. Piensa:

a) ¿Qué estarán cuchicheando? Seguro que están hablando de mí

b) Parece que se lo están pasando bien, voy a unirme al grupo

c) Están juntos los de siempre, mejor no voy por si molesto

Cada uno de estos pensamientos nos provoca una emoción distinta y nos predispone a realizar una acción u otra. Te propongo que reflexiones a qué emociones y conductas irá asociado cada pensamiento.

Puedes investigar con tu psicólogo cuáles son los pensamientos que te llevan a un estado negativo, incluso los más fugaces. Realiza un listado y reformúlalos de forma que cambien tu emoción y respuesta, sé constante y repítelos en diversas situaciones para formar el nuevo hábito de pensamiento.

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