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A lo largo de mi carrera profesional como psicóloga, he conocido las vivencias de muchas personas.

Día a día, continúa sorprendiéndome la increíble capacidad que tenemos para “regenerarnos”, resurgir de las cenizas, como el ave fénix.

He conocido casos de niños con una infancia tremendamente triste. Crecen y se adaptan a pesar de las duras pruebas que les ha puesto la vida. También, han llegado a mi consulta adultos que fueron niños con un historias terribles, otros, con pequeños trances que, aun así, han dejado una profunda huella traumática. Cada uno percibe, siente e interpreta en función de su sensibilidad, historia y circunstancias. Son supervivientes y han logrado salir adelante, cerrar heridas, con un coste emocional más o menos importante, pero sobreviven.

Lo que es admirable es que estas personas han encontrado sus caminos de una forma u otra.

La capacidad que tiene nuestra mente para pasar página y sobrevivir es asombrosa. A pesar del  sufrimiento, nuestra mente encuentra los caminos para seguir adelante. Y hablo de caminos en plural, porque no hay una única forma, no hay sólo una solución. No. Las  maneras de hacer camino pueden ser muchas.

Nuestra mente tiene una capacidad asombrosa de recuperarse y recuperarnos. De asimilar lo indigerible. ¿Quién no ha dicho alguna vez: “si me pasara esto me moriría”? Y cuántas personas que han pasado por aquello, han seguido adelante con sus vidas y han podido rehacerse de nuevo a partir de las cenizas del dolor.

La experiencia me ha enseñado a confiar en la fortaleza de la mente de mis pacientes ante el dolor. He aprendido de ellos que la mente es capaz de autorregenerarse desde las cenizas del dolor, conoce los caminos que es necesario atravesar para continuar avanzando.

De mis pacientes he aprendido a ser paciente. Y que el terapeuta sólo es un acompañante en la andadura y regeneración del verdadero protagonista. El especialista conoce las técnicas y herramientas para ayudar en este proceso de reconstrucción, pero el paciente marcará el ritmo y la dirección. El psicoterapeuta ayudará a que la andadura comience, alentará cuando el ánimo flojee. Sabrá calmar cuando el recorrido sea difícil. Orientará cuando la trayectoria se desdibuje. Dará contención y seguridad cuando el paciente se sienta aturdido y cansado por la caminata. Respetará los ritmos individuales que necesita cada persona para regenerarse. Pero es la mente del paciente la que conoce los caminos a seguir para la recuperación, sabe cuáles son las vías y tiempos para volver a renacer y cicatrizar heridas.

El trabajo con personas que han sufrido acontecimientos traumáticos me ha enseñado que la mente tiene sus propios mecanismos de autocuración, igual que el cuerpo tiene sus estrategias para defenderse, cicatrizar heridas y reponer tejidos dañados. Nuestra mente también es capaz de entretejer vías dañadas y abrirse paso entre el desconcierto. El terapeuta acompaña al paciente para facilitar este proceso de parto con sus conocimientos profesionales, sabiendo de la diversidad de caminos y  trabas que pueden encontrarse los pacientes, confiando también en que la mente del paciente encontrará los caminos que son necesarios recorrer para sanar.

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